Las dos caras de la tristeza

LAS DOS CARAS DE LA TRISTEZA 

Dos chicas llamadas Ana y María se han presentado a un examen de inglés. Es un examen muy importante para ellas, ya que lo necesitan para poder conseguir el trabajo que desean y además llevan mucho tiempo preparándolo. En el momento del examen ambas están muy nerviosas, pero creen que les ha salido bastante bien. Todos los de la clase van a tomar un café juntos para celebrar que ya lo han hecho.

Una semana más tarde, la academia de inglés sube las notas al aula virtual y los dos únicos suspensos de la clase son los de María y Ana. Por el grupo de Whatsapp todos se felicitan y se lamentan por las dos compañeras que han suspendido, pero ninguna de ellas contesta.

Ana ha apagado el ordenador y mira la pantalla sin gesticular ninguna palabra. Se levanta y se tira en la cama mientras empieza a llorar y a gimotear. Su madre aparece delante de su cuarto y le pregunta:

– ¿Qué ocurre?

Ana no deja de llorar y le dice que la deje sola, no tiene ganas de hablar con nadie. Su madre insiste, pero ella se limita a hundir la cara en la almohada, sigue llorando y le pide que cierre la puerta. Su madre se da por vencida y se marcha. Ana mira su móvil y ve que su novio le ha enviado un mensaje preguntándole por el examen. Ella se limita a darle la vuelta al teléfono y continúa llorando, sintiéndose muy triste y fracasada. Una hora después su padre, que ha llegado a casa, toca la puerta.

¿Puedo pasar?

Ana le dice que quiere estar sola y, cuando él le pregunta por el examen de inglés, ella vuelve a llorar y le pide que la deje en paz.

Mientras tanto, María se ha quedado perpleja mirando su suspenso en la pantalla y nota como las lágrimas van bajando por sus mejillas. De repente su móvil empieza a sonar y ve que es su abuelo el que la llama. No le apetece hablar con nadie, pero lo coge y él le pregunta:

¿Cómo te fue ese examen que tenías?

Ella intenta hablar con normalidad, pero la voz se le quiebra y rompe a llorar, así que le cuenta que ha suspendido y que no sabe qué hacer, porque ya no va a conseguir el trabajo. Su abuelo le pide que lo acompañe a tomar algo a una cafetería y María accede. Lo primero que hace su abuelo cuando la ve es abrir los brazos. María lo abraza y llora, mientras él le da palmaditas en la espalda. Van hasta una mesa y él le pide a la camarera un dulce de chocolate:

El chocolate es lo mejor cuando uno está triste.

María se ríe y le da las gracias entre lágrimas. Su abuelo quiere saber cómo se encuentra y ella se echa a llorar de nuevo. Le cuenta que se siente como una fracasada y cree que no va a conseguir el trabajo. Él le pregunta que cuándo tiene esa entrevista y María le dice que en un mes, a lo que su abuelo vuelve a preguntar:

¿Y no puedes hacer nada?

Ella se para a pensar en sus opciones por un momento. Hay dos convocatorias más de inglés antes de la entrevista de trabajo. Cree que si lo vuelve a intentar tiene posibilidades, ya que ahora sabe cómo es el examen. Se termina el dulce y le da un abrazo muy fuerte a su abuelo. Coge el móvil y llama a su profesor de inglés.

 

La tristeza es una emoción que puede aparecer en diferentes momentos de nuestra vida y por diferentes circunstancias, como les ha ocurrido a Ana y a María. Ambas han vivido una situación que les ha generado tristeza y cada una lo ha afrontado de una manera diferente. María ha compartido la emoción que siente con su abuelo, con el cual se ha desahogado y quien ha conseguido que piense en distintos planteamientos para gestionar esa reacción emocional. En vez de enfocarse en la sensación de fracaso y tristeza, se ha desahogado junto a un ser querido, que la ha escuchado, apoyado e impulsado a buscar diferentes opciones. Ana, en cambio, se ha centrado en la emoción que sentía y se ha dejado llevar por ella, encerrándose en su cuarto y rechazando el apoyo que sus padres y su novio le estaban ofreciendo.

Las emociones son reacciones naturales e inevitables, sin embargo, lo que hagamos con ellas depende de nosotros.