Entre la suposición y los hechos

Los profesionales de la psicología que trabajamos con dificultades emocionales, problemas del comportamiento y/o del rendimiento académico, trabajamos con múltiples variables que pueden actuar como causas de los motivos de consulta de nuestros usuarios y usuarias. Por ello, en las explicaciones de los casos que estudiamos, debemos incluir variables cognitivas e intelectuales, variables emotivas y motivacionales, patrones de comportamiento, historia de aprendizajes, estilos educativos familiares, estrategias de enseñanza, etc. Además, debemos adaptarnos a cada caso particular y añadir o excluir variables explicativas en función del caso. Esto implica que los modelos explicativos generados son complejos, dinámicos y extensos. Sin embargo, en la práctica nos encontramos que es muy frecuente que los usuarios, las usuarias, las familias y los docentes utilicen explicaciones basadas en el concepto de “autoestima”. Esta capacidad de la autoestima para ser accesible a las interpretaciones realizadas por múltiples personas, por encima, incluso, de variables internas como la capacidad intelectual, o externas, como el estatus socioeconómico, ha motivado la escritura de esta entrada. En ella vamos a analizar e intentar responder a las siguientes cuestiones:

1. ¿Cuál es el efecto de la autoestima en la salud mental?

2. ¿Cuál es el efecto de la autoestima en los problemas escolares o académicos?

3. ¿Por qué la autoestima se reconoce socialmente como una causa muy relevante en los problemas escolares?


Comenzaremos este recorrido definiendo el concepto de autoestima. El vocablo “autoestima” hace referencia a la valoración que las personas hacen de sí mismas. Al tratarse de un concepto totalmente subjetivo, puede hacer referencia a habilidades o capacidades objetivas, pero también a valoraciones distorsionadas, incluso patológicas. Al valorar el efecto de la autoestima, debemos estudiar el efecto de estas percepciones sobre la realidad objetiva de las personas. Comenzaremos este recorrido aludiendo a su efecto sobre la salud mental.

La autoestima se considera, de manera general, una variable de gran relevancia en el ámbito de la salud mental. Un ejemplo de ello lo encontramos en la página oficial del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (https://www.nhs.uk/mental-health/self-help/tips-and-support/raise-low-self-esteem/#:~:text=Living%20with%20low%20self%2Desteem,as%20a%20way%20of%20coping.), donde se explicita que “vivir con baja autoestima puede dañar la salud mental y desembocar en problemas como depresión y ansiedad”. A su vez, también señala algunas acciones que nos permiten elevar nuestra autoestima. Veamos algunas:

-Escribe los pensamientos negativos que tienes y escríbelos en un papel o diario. A continuación, escribe evidencias que sean contrarias a esas creencias.

-Añade otras cosas buenas a la lista, incluyendo cosas que otras personas dicen de ti. Luego coloca la lista en un lugar donde puedas verla, para facilitar su recuerdo.

Estas consideraciones parten de varias asunciones básicas:

1. La autoestima deriva de nuestras creencias.

2. Se pueden controlar los pensamientos.

3. Ejercer control sobre los pensamientos mejora la autoestima.


El problema de estas consideraciones es que los datos empíricos señalan lo contrario. La presencia de pensamientos y creencias desagradables es muy frecuente en la población y no siempre dan lugar a dificultades psicológicas (Wells, 2009). Las estrategias para controlar el pensamiento, generalmente no consiguen sus objetivos (Wegener, 1987) y, además, las recientes posturas terapéuticas señalan que hay que aceptar los pensamientos no deseados, en lugar de suprimirlos, para disminuir su efecto sobre la salud mental (Wegener, 2011). Finalmente, teniendo en cuenta que la focalización en los pensamientos y su supresión, forma parte de los procesos observados en muchos cuadros psiquiátricos y, a su vez, la baja autoestima se presenta de manera consistente con múltiples trastornos, intentar controlar el pensamiento no parece ser el mejor camino para elevar la autoestima (Sowislo y Orth, 2013).

Entonces, ¿qué sabemos de la relación entre autoestima y salud mental?

La relación entre autoestima y diferentes trastornos psiquiátricos (hasta 21 diferentes), está bien establecida en la investigación (Orth y Robins, 2013; Kolubinski et al., 2018). De manera general, esta relación suele explicarse a partir de la hipótesis que más respaldo ha obtenido por parte de la investigación: la autoestima como vulnerabilidad. Desde esta perspectiva, tener bajos niveles de autoestima, nos predispone a experimentar determinados trastornos, especialmente depresión (Orth y Robins, 2013; Rieger et al., 2016). Esto ha abierto la puerta a la utilización de la autoestima como una variable de relevancia en los enfoques terapéuticos. El ejemplo más relevante dentro de las propuestas terapéuticas lo constituye la terapia cognitivo conductual basada en el modelo Fenell de baja autoestima. Este enfoque terapéutico incluye técnicas que son tradicionales en el enfoque cognitivo-conductual, como la reevaluación de las predicciones negativas del paciente, la realización de experimentos conductuales, los autorregistros de cualidades, los autorregistros de pensamientos, etc. Sin embargo, en lugar de centrarse en la sintomatología del trastorno, esta terapia se centra en modificar los niveles de autoestima de la persona, pudiendo aplicarse a múltiples trastornos (enfoque transdiagnóstico). Los resultados de las revisiones realizadas muestran buenos resultados en la aplicación de esta terapia, llegando a mostrar tamaños de efecto grandes (Kolubinski et al., 2018). A primera vista, esto parecería indicarnos que la autoestima no sólo se relaciona con los trastornos, sino que tiene un papel causal en los mismos. Sin embargo, esto no está tan claro. Siguiendo el análisis de Kolubinski y colaboradores, puede decirse que no está claro si este enfoque es realmente diferente de las intervenciones centradas en la sintomatología depresiva. De hecho, existe debate acerca del solapamiento entre las medidas de autoestima y las medidas de depresión. Por ejemplo, el Inventario de Depresión de Beck, la medida más empleada en el campo de la depresión, incluye ítems referidos a la autocrítica, el autocastigo, el sentimiento de fracaso, o la disconformidad con uno mismo; que se solapan con algunos ítems de la Escala de Autoestima de Rosenberg, la medida más utilizada para valorar la autoestima. Otra evidencia en este sentido es que los tamaños de efecto de la terapia basada en la autoestima parecen ser superiores e, incluso, solo son significativos, cuando se trabaja con personas con diagnóstico psiquiátrico (Brown, 2004). Finalmente, es importante señalar que no queda claro que el principio activo de las intervenciones sea la focalización en la autoestima. El efecto podría derivar por la acción de procesos metacognitivos, por la promoción de determinadas estrategias de afrontamiento, etc. Esto nos lleva a plantearnos la pregunta fundamental: ¿es la autoestima la causa o la consecuencia de un determinado estado emocional?

Lo primero que deberíamos hacer para responder a esta cuestión es establecer una definición adecuada de autoestima. Pero aquí nos encontramos con el primer problema: no existe una definición clara de la autoestima. Además, existen múltiples factores que juegan un papel clave en esta definición:

  • Estabilidad: ¿es la autoestima un rasgo estable a lo largo del tiempo o es un estado cambiante?
  • Externa/Interna: ¿depende de contingencias externas o de mecanismos internos?
  • Implícita/Explícita: ¿se refiere a lo que sientes con respecto a ti mismo, o a lo que piensas acerca de ti mismo?

Estas facetas son de una alta complejidad y no suelen abordarse en los estudios de la relación entre autoestima y salud mental. Como mencionamos previamente, estos estudios se decantan por usar la Escala de Autoestima de Rosenberg, compuesta por 10 ítems y que se muestra muy escasa para captar la elevada complejidad del concepto.

Además, existen estudios longitudinales, como el de Keane y colaboradores (2017), que aportan datos que no encajan en la hipótesis de la vulnerabilidad. En su estudio detectaron una intensa asociación entre autoestima y síntomas internalizantes (ansiedad y depresión). Sin embargo, la existencia de bajos niveles de autoestima en la infancia y la adolescencia temprana, resultaron predictores muy débiles de la aparición de depresión y ansiedad en la adolescencia tardía y la adultez temprana.

Basándonos en lo anterior, podemos concluir que la relación entre autoestima y salud mental es muy compleja, dependiente de las características de los individuos y posiblemente cambiante en función de las circunstancias y las fases vitales. De hecho, una característica de los ensayos clínicos de la terapia cognitivo-conductual basada en la autoestima, es la elevada tasa de abandono (por encima del 50% en algunos casos). Esto indica que el enfoque terapéutico puede tener un efecto elevado para algunos participantes, pero no para otros. Atendiendo a esto, es difícil hacer afirmaciones contundentes. A pesar de ello, es común que estas afirmaciones aparezcan en los medios de comunicación, los pósteres motivacionales y las tazas de desayuno. ¿A qué se debe esto?

Se han escrito numerosos artículos explicando la eclosión y crecimiento de la importancia del concepto de autoestima en la cultura americana. Un ejemplo es el artículo How the Self-Esteem Craze Took Over America And why the hype was irresistible, escrito por Jesse Singal y publicado en The Cut. Estas publicaciones permiten hacer un recorrido histórico del concepto, que va más allá de nuestra intención, aunque invitamos a todos los interesados a su lectura, dado que puede resultar muy esclarecedor. Nosotros nos referiremos en particular al crecimiento de una industria: la autoayuda.

Una simple búsqueda en Google Trends nos muestra que las búsquedas acerca de la autoestima y la autoayuda siguen evoluciones muy similares. Ambos conceptos vivieron un pico de interés en el año 2004. Desde entonces, el interés ha disminuido, aunque se ha mantenido estable a lo largo del tiempo. De hecho, las publicaciones relacionadas con la autoayuda han vivido un florecimiento desde el año 2019. Un recorrido por este crecimiento podemos encontrarlo en el Blog Universo Abierto, en una entrada del año 2020. Los libros de autoayuda incrementaron sus ventas un 43% en 2019, con respecto a 2018. La predicción era que se mantuviese esta tendencia. La evolución de búsquedas en Internet parece confirmarlo, pudiendo identificarse un pico de búsquedas relacionadas con la autoestima y la autoayuda en abril de 2020, coincidiendo con el inicio de la pandemia por la COVID-19. Los datos señalan que esta tendencia no ha hecho más que crecer (https://elpais.com/cultura/2021-09-24/la-autoayuda-explota-en-pandemia.html).

En Happycracia, un ensayo escrito por Edgar Cabanas y Eva Illouz (2019), se realiza un recorrido por varios conceptos, como la autoestima o la felicidad y se profundiza en su evolución hasta convertirse en valores de la sociedad contemporánea.  En este ensayo se señala especialmente al mensaje de “si quieres, puedes”, tan repetido en la actualidad, como un generador de sufrimiento y frustración. Invitamos a los lectores a acudir al ensayo y facilitamos un link con una entrevista realizada a su autor: https://www.youtube.com/watch?v=iavGiT5gRt8

Encontramos aquí una incongruencia. De una parte, tenemos una industria en expansión, con muy buenas cifras de beneficio. De otra parte, las indicaciones de profesionales y literatura científica que señalan los inconvenientes en el uso que hacemos de estos conceptos. Entonces, a pesar de esta incongruencia, ¿por qué asumimos una relación entre la autoestima y la salud mental?

Bruno Latour y colaboradores (1980), enunciaron un marco conceptual que puede ayudarnos a comprender este fenómeno: la teoría del actor-red. Este marco permite describir el proceso mediante el cual una afirmación aislada se convierte en una verdad compartida y asumida de manera general. El proceso comienza con una afirmación individual o escasamente compartida. Sin embargo, si dicha afirmación consigue los suficientes aliados que la sustenten, así como los recursos necesarios para que la red sea sólida, entonces pasa a considerarse una verdad. Debemos comprender los “aliados” más allá de agentes humanos. Se refiere a datos estadísticos, modelos, pruebas empíricas, etc., que estén a favor de la afirmación. Cuando la afirmación es lo suficientemente sólida, comienza a diseminarse por diferentes vías (conferencias, libros, cine, etc.). Cuando la afirmación se convierte en un enunciado compartido, pasa a ser considerado un hecho y no una simple afirmación. Steven Ward (1996), sostiene que la autoestima ha pasado por este proceso para convertirse en una idea central en diferentes facetas de la vida. Señala que la idea fundamental de la autoayuda es que “si un individuo quiere superarse en la vida, primero debe apreciarse y respetarse a sí mismo”. Esta idea hace al individuo totalmente responsable de sus éxitos y fracasos, promoviendo que busquen herramientas para lograr el éxito. Este contexto favorece la aparición de múltiples métodos, que además deben ser asequibles para todos y rápidos, que supuestamente permiten conseguir el éxito. Esto explica el enorme crecimiento de la industria de la autoayuda y el auge de la idea de autoestima. Al mismo tiempo, este proceso nos permite comprender por qué estas ideas han reclutado tantos aliados y se han convertido en verdades compartidas, aunque no dispongan del sustento empírico necesario.

A continuación, analizaremos el papel de la autoestima en los problemas escolares y académicos, comenzando por su relación con los problemas de comportamiento en el aula.

Algunos estudios indican que la baja autoestima se relaciona de forma directa con los problemas de comportamiento (Donnellan et al., 2005). Otras investigaciones plantean que la autoestima no parece asociarse de manera directa con los problemas de conducta en el aula, pero sí el narcisismo, que puede considerarse una manifestación distorsionada de la autoestima (Hiemstra et al., 2020). Esto podría parecer extraño, si pensamos en el narcicismo como una manifestación de la elevada autoestima. Sin embargo, existen planteamientos que interpretan la autoestima como una estrategia frente al intenso sentimiento de inferioridad que puede experimentar una persona. Una última postura en la investigación propone que la autoestima tiene un efecto de mediación sobre los problemas del comportamiento. Por ejemplo, Mihalec-Adkins y Cooley (2019) propone que la elevada autoestima promueve el compromiso con la escuela, disminuyendo la frecuencia de problemas del comportamiento. La conclusión es que, con el conocimiento actual, no podemos tener certezas al respecto. Planteémonos ahora qué ocurre en el caso del rendimiento académico.

Antes de hablar de las relaciones entre rendimiento académico y autoestima, debemos aclarar que los resultados en evaluaciones académicas son sólo una de las variables a tener en cuenta. La implicación en el aprendizaje, el uso de estrategias dirigidas a dominar los conocimientos y a obtener un conocimiento profundo, no siempre conlleva la obtención de buenos resultados en las evaluaciones académicas. Una vez realizada esta puntualización, repasaremos los resultados obtenidos en las investigaciones realizadas.

Una de las primeras conclusiones que resulta llamativa al estudiar los modelos que explican el rendimiento académico es que no incluyen a la autoestima. Es mucho más común encontrar como variable al “autoconcepto académico”. El autoconcepto hace referencia al conjunto de creencias que cada persona tiene sobre sí misma, sobre sus cualidades y defectos y sobre su identidad. El autoconcepto académico hace referencia a las creencias en torno a las habilidades académicas, por ejemplo, si se tiene mayor o menor habilidad en una asignatura concreta. De manera general, los modelos señalan al autoconcepto académico como una variable que influye sobre el esfuerzo empleado por los alumnos y alumnas, teniendo un efecto indirecto sobre el rendimiento. Las habilidades cognitivas y/o intelectuales y los factores motivacionales muestran un efecto mucho mayor sobre el rendimiento académico que el autoconcepto6. Además, recientes investigaciones muestran que es el rendimiento académico el que influye sobre el autoconcepto y no viceversa4.

Podríamos concluir que la relación entre autoestima y problemas escolares y académicos es mucho menos sólida de lo que podríamos esperar a priori. Entonces, ¿por qué la autoestima se reconoce socialmente como una causa muy relevante de estas dificultades?

A partir de la década de 1970, las autoridades y los científicos estadounidenses comenzaron a interesarse mucho por la autoestima. Se consideraba la principal causa de muchos problemas sociales, como el menor éxito académico de las personas negras frente a las personas blancas, el abuso de drogas o la elevada criminalidad de algunos distritos. Sin embargo, estas asunciones sólo se sustentaban en estudios correlacionales. Este tipo de investigaciones pueden identificar patrones de relación, pero no identificar causas. A pesar de ello, como argumentan Baumeister y colaboradores (2005), todos poseemos una intuición acerca de la importancia de la autoestima para nuestra salud psicológica. Esta intuición nos lleva a considerarla como causa fundamental de problemas individuales y sociales. Sin embargo, que tengamos esa impresión subjetiva, no implica que se trate de una realidad. De hecho, los datos acumulados han evidenciado la escaza validez de muchas de estas suposiciones. Esto motivó que Nina Rees publicara un artículo en el que argumentaba en contra de la conceptualización de la autoestima como una variable relevante para el éxito académico. Dicho texto tuvo una cierta repercusión y, tras su publicación en 1996, se volvió a publicar en USA Today Magazine en 1998. La autora se refería en este artículo al “Fraude de la autoestima”. De forma similar, Baumeister y colaboradores (2005) se refirieron al “Mito de la autoestima” en su artículo en Scientific American.

Nuestra opinión al respecto es que la idea de autoestima conjuga muy bien con procesos automáticos de nuestra mente. Una posible interpretación de podemos encontrarla en el heurístico de accesibilidad. Nos hemos referido a los heurísticos como herramientas para decidir con mayor rapidez en entradas anteriores (http://alterpsicologia.es/2018/03/23/decisiones-heuristicos/). El heurístico de accesibilidad conlleva que estimamos la probabilidad de un hecho en función de lo rápido que aparezcan ejemplos en nuestra cabeza. Dado que intuimos con que la autoestima es importante para nosotros, es fácil que aparezca como interpretación de las dificultades que vemos a nuestro alrededor. Además, también puede actuar el error fundamental de atribución. Este mecanismo consiste en explicar las acciones ajenas en función de factores internos a la persona, obviando las circunstancias del contexto. Estas dos tendencias naturales han sido muy bien capitalizadas por el marketing. En la última década hemos sido inundados por mensajes directamente relacionados con nuestra valía personal. El uso de estos eslóganes en ropa, tazas, carcazas de móviles, etc., es algo cotidiano. Por tanto, nos encontramos con un mecanismo automático que ha sido reforzado de múltiples formas.

Antes de finalizar nos gustaría señalar que cuando decimos que los resultados no son concluyentes, no excluimos la posibilidad de que la autoestima tenga un papel importante en el desarrollo de la faceta académica. De hecho, estudios recientes y de una gran calidad estadística así lo señalan. Es más, como indican Orth y colaboradores (2012), aunque la autoestima no tuviese una relación causal con ninguna faceta del rendimiento, tener una valoración positiva de uno mismo, parece un fin lo suficientemente importante como para promoverlo.

Entonces, ¿qué podemos concluir? Por una parte consideramos importante señalar que, en ocasiones, las suposiciones parecen más reales sólo porque encajan con nuestras percepciones o creencias. Debemos tener cuidado al aplicar estas consideraciones erróneas a campos tan importantes como la intervención psicológica o la educación. Por otra parte, cuando valoramos un hecho tan complejo como pueden ser los trastornos psiquiátricos, los problemas del comportamiento en contexto académico, o las dificultades de rendimiento, debemos contemplar múltiples variables. De lo contrario, perdemos la capacidad de adaptarnos a la persona y disminuye la eficacia de las acciones que dirigimos a mejorar su situación y calidad de vida.


Baumeister, R.F., Campbell, J.D., Krueger, J. L. y Vohs, K.D. (2003) Does High Self-Esteem Cause Better Performance, Interpersonal Success, Happiness, or Healthier Lifestyles? Psychological Science in the Public Interest, 4(1),1-44. doi:10.1111/1529-1006.01431

Donnellan, M. B., Trzesniewski, K. H., Robins, R. W., Moffitt, T. E., & Caspi, A. (2005). Low Self-Esteem Is Related to Aggression, Antisocial Behavior, and Delinquency. Psychological Science16(4), 328–335. https://doi.org/10.1111/j.0956-7976.2005.01535.x

Cooley, M. E., Mihalec-Adkins, B. P., y Womack, B. (2020). The Relational Context of School Engagement and Associations With Youth Behaviors. Journal of Emotional and Behavioral Disordershttps://doi.org/10.1177/1063426620945686

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